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La brusquedad de mis palabras
Achlys
Al parecer nadie podía contestar a esa pregunta.
Yo, sin embargo, no me rendí en mi busca personal de información.
—¿No sabéis dónde estamos? Eso es absurdo…
Claire, tú sales más que nadie de los de aquí abajo, ¿verdad? —le pregunté
girándome para mirarla.
—Sí, bueno… Salgo más que nadie pero no voy sola.
Nos acompañan vasallos de Lady Olenna y para salir y entrar nos privan de
nuestros sentidos primarios. No vemos ni oímos.
—¿Y cómo hacen eso? —le pregunté, algo
horrorizada.
—Nos ponen una inyección. No sé lo que lleva,
probablemente sea algo de morfina, tal vez —contestó algo apenada por no poder
darme una respuesta exacta.
Me quedé mirando a mi plato, a ese trozo redondo
de pescado casi acabado cubierto por una salsa rojiza. Por suerte, podía
digerirlo sin ningún tipo de dificultad. En mi casa también comía alimentos
humanos, esa era la ventaja de tener una mitad humana. Obviamente, la sangre
también era aceptada por mi organismo y me atraía, pero no como a los
Especiales o vampiros. Podía prescindir de ella, aunque una vez al mes, la
tomaba para no perder mi fuerza. Si perdiese mi fuerza, sería un cadáver.
—¿No te gusta? —me preguntó Emerick, que me
estaba mirando fijamente. Por un momento me asusté, esa mirada me sobresaltó.
Me recordaba a la de Gunnar. Ya casi me había olvidado de aquel par, esos dos
traidores que me enterraron, con tantas novedades.
—Sí que me gusta, pero no tengo mucho apetito
como podrás comprender —le dije mirando los platos de los demás, que ya estaban
limpios—. Repartíosla, si queréis.
—¡Vale! Gracias, Achlys —me contestó Aaron
cogiendo mi plato y partiendo el trozo en tres. Pude notar como Claire le
dedicaba una mirada severa, regañándole visualmente—. Bueno, a lo mejor
deberías guardártela para ti. Más adelante si tendrás apetito, créeme.
Sonreí ante la expresión inocente y de disculpa
de Aaron y negué con mi cabeza. Cogí el plato y esos tres trozos los serví en
los platos de Emerick, de Claire y de Aaron.
—No me importa. Vosotros lo necesitáis más que yo
y no se hable más.
—Vaya… Pues muchas gracias, Lys —me dijo Claire,
con una sonrisa.
—Sí, muchas gracias por la pesca y la cena, Lys
—dijo Aaron con el trozo en la boca. Les sonreí y negué levemente con mi
cabeza. Esos agradecimientos no se merecían. Yo era parte de esas bestias que
los tenían allí recluidos.
—Gracias —me dijo Emerick, que comía lentamente,
mientras me miraba.
—No hay de qué, señorito —le contesté con otra
sonrisa igual de burlona que la suya mientras los demás reían.
—Mañana te presentaremos a los demás. Somos unos
setenta, verás que hay de todo pero no hagas ni caso. La mayoría suele ir a lo
suyo —me explicó Aaron, que ya había terminado.
—¿Setenta? ¿Cómo ha llegado aquí tanta gente?
—Bueno, en parte eso es un enigma, pero creemos
que Lady Olenna los recluta sin seguir criterios.
—Es decir, va secuestrando a gente porque se le
antoja, ¿no?
—Sí, básicamente es así —respondió Claire.
Tenía miles de preguntas y supuse que ahora era
el momento idóneo para hacerlas, así que hice un esquema mental cuidando la
información que no debía decir de más, es decir, lo que yo ya sospechaba mejor
me lo guardaría hasta comprobarlo por mí misma. La confianza nunca ha sido uno
de mis fuertes.
—¿Y a los Alphas? ¿Los elige por algún criterio
en particular?
—Sí. Procura coger a los más sanos o gordos del
país y parte del extranjero, sea donde sea que estemos —contestó, esta vez
Emerick.
Cada vez que me contestaban algo digería las respuestas
y las archivaba en una carpeta, en mi memoria.
—Con gordos te referirás a que estén bien
alimentados… —le dijo Claire, que se sintió un poco ofendida por su hermana.
—Obviamente. Además, he dicho los más sanos, así
que no precisamente todos tienen que tener sobrepeso o de lo contrario, no
estarían sanos.
Modifiqué esa nueva información en mi mente y
seguí preguntando.
—¿Habéis visto a algún Especial? —les pregunté a
los tres.
—A parte de Lady Olenna, yo no he visto a nadie
—dijo Aaron.
—No, yo tampoco —añadió Claire.
—Yo sí —dijo después de una pausa, Emerick.
Le miré para ver su expresión. Pues temía que me
hubiese descubierto o que fuera a contestar «Justo delante tengo a una mitad de
un Especial» o algo por el estilo. Pero su rostro era normal, no detecté
ninguna expresión de maldad ni ninguna expresión sospechosa. Estaba pensativo,
casi nostálgico. Pude notar que Aaron y Claire estaban algo incómodos, así que
no pregunté nada más a pesar de que la tensión en el ambiente se notaba.
—Mi chica era una Especial —me miró a los ojos,
con una mirada desafiante, casi como si me retara a reírme o a burlarme de su
confesión. A cambio, asentí con la cabeza, en señal de que lo escuchaba, seria.
Suspiró y clavó la mirada en mi plato vacío—. Se llamaba Alba que significaba
«luz», todo lo contrario a tu nombre.
Me encogí de hombros, yo no tenía la culpa de que
mi nombre fuese tan acertado para alguien como yo. Por un instante, me dio la
impresión de que había dicho “Alma”, pero por suerte, no fue así. Alba. Un
bonito nombre.
—Es un nombre muy bonito —le dije a Emerick, casi
sin pensarlo.
—Lo sé. Llevábamos prácticamente toda la vida
juntos. Nos conocimos en el instituto y desde ahí empezamos a salir, hasta que
me traicionó y me entregó a Olenna a cambio de sacar a su otro novio Especial
de unas mazmorras de no sé donde. Eso fue hace mucho tiempo.
Un nudo se me hizo en la garganta por los nervios
y la sorpresa. Pensando de una forma egoísta, si Emerick no notó nada extraño
en su novia a lo largo de todos esos años, tampoco me lo iba a notar a mí.
Lo traicionó… Eso debe ser muy duro. ¡Qué
desgraciada! Bastante ruin, a decir verdad. Encima lo engañaba con otro, con un
Especial. ¿Lo conquistaría expresamente para cambiarlo por su novio monstruo?
—Vaya,
lo siento —le dije a Emerick, con la cabeza gacha. No quería ver como me decía
que parase de hacer preguntas, se enfadaba y se iba de la habitación. Pero nada
de eso pasó.
—Bah,
ya es agua pasada. En realidad, era una arpía. Me alegro de haberme dado
cuenta, aunque fuera un poco tarde. Por si te pica la curiosidad, todavía está
en este antro pero, por supuesto, no nos hemos visto nunca más.
No
sabía que decirle así que me encogí de hombros, como de costumbre. Aaron, sin
embargo, me salvó de esa tensión.
—Sí,
ahora se dedica a ir de flor en flor. Mañana, cuando te presentemos a los
demás, fíjate en todas las chicas. Todas esas suspiran por este mequetrefe.
Los
tres rieron y yo, no pude negarme a hacerlo tampoco, así que reí mientras
intercambiaba miradas con Aaron y Claire. Cuando miré a Emerick, me miraba
fijamente, de nuevo y lo odié por esa actitud de creído.
—Será
que hay pocos chicos aquí abajo y la oscuridad distorsiona la realidad de esas
pobres chicas.
De
nuevo rieron Claire y Aaron, Emerick también pero más levemente, negando con la
cabeza.
—Pues
prepárate, porque con un solo gesto de mis manos puedo hacer que todas te odien
y te tengan envidia.
—Atrévete
a hacer uno de esos gestos y te cortaré las manos.
Esto
último, sin embargo no me salió todo lo bromista que pretendía y sonó
amenazador y terrible. Las risas de Aaron y Claire se cortaron y Emerick se
levantó y salió de la sala.