lunes, 16 de septiembre de 2013

23: Retales verdes y morados [Claire]

23

Retales verdes y morados

Claire

Aquella chica era un tanto extraña. Tanto podía estar alegre como al segundo después era una fiera. Supongo, por la expresión de culpabilidad en su rostro, que ella lamentaba haber dicho aquello con esa particular entonación. Creo que no era su intención. Sabemos que aquí dentro las cosas se magnifican, que los sentidos se transforman y la comprendía, aunque me dio un poco de pena por Em que salió de la sala para ir se a los dormitorios directamente, según pude deducir.

Aaron y yo nos miremos a la vez, sin saber bien qué hacer. Obviamente, elegiríamos antes a Em que a Lys porque llevamos mucho tiempo los tres juntos, pero no nos gustaría llegar hasta ese punto. Se creó una atmósfera un tanto desagradable y tensa en la sala hasta que decidí romper el silencio.
—Bien Lys, te enseñaremos los dormitorios. Ven conmigo —le dije mientras me levantaba y salía por el mismo sitio que Em.

 Aaron nos acompañó. Yo encabezaba la fila india que formábamos Lys, Aaron y yo. Pasemos por una serie de bifurcaciones entre las grutas de nuestro sótano particular. En realidad, me di cuenta que debía haber llevado algunas cerillas para iluminar el camino ya que Lys debía aprenderlo. Nosotros no las necesitábamos después de tanto tiempo. Escuché un ruido áspero. Era Aaron prendiendo una cerilla de las grandes, de las que usábamos para encender el horno grande.

—Menos mal que me la he traído o si no Lys no podría aprenderse el camino, Claire.
—Ya, ya. Lo sé pero se me había olvidado.
—Gracias a los dos —contestó Lys.
—No hay de qué. Al principio puede que te cueste, así que siempre estaremos dispuestos a acompañarte donde quieras hasta que te aprendas los caminos, si lo necesitas.
—Vale, gracias de nuevo, Claire.

Me giré y le sonreí a la luz titilante de la cerilla. Pude ver que Aaron también sonreía levemente, mientras se colocaba a la cabeza de la fila para poder iluminar el camino.
Las bifurcaciones en las cuevas eran bastantes y algunas hasta estaban sin explorar. No nos daba tiempo, pues estábamos las veinticuatro horas a la merced de los Alphas. Por suerte, hoy no nos tocaba estar en el turno de la noche, así que podríamos dormir hasta que la alarma sonase.

—¿Cómo es posible que tengáis electricidad aquí abajo? He visto los congeladores y los relojes y todos esos aparatos… —preguntó curiosa Lys.
—De eso se encarga Olenna. Está pendiente de que tengamos electricidad porque o si no sus Especiales se quedarían sin unos Alphas apetitosos y eso no puede pasar nunca —dijo Aaron poniendo sus ojos en blanco.
—¿Quieres decir que ella montó todo esto? —preguntó Lys, de nuevo.
—Sí, ella lo hizo todo a medida, consciente de ello. Lo preparó a sangre fría, hace mucho tiempo.
—Vaya…

El silencio tan solo se interrumpía por nuestras pisadas. Nuestros pies pisando en las pequeñas piedras y en esa arena espesa y húmeda junto al eco de las paredes de piedra. Lleguemos a la entrada de los dormitorios. Era como una especie de colmena de abejas. Dentro de una cueva, había unas cuantas más pequeñas a los lados. Un pasillo muy largo y a los lados, pequeñas cavidades. Algunas tenían cortinas tapando la entrada, echas con trapos remendados, otras con ropas y otras estaban directamente destapadas y vacías.

Nuestro dormitorio constaba de dos colchones nada más. No sobraban los colchones por aquí ya que algunos, los más fuertes y los más veteranos se agenciaban incluso dos para una sola persona y por esa razón, estábamos desigualados en cuestión de recursos personales. Por suerte, Em, que era de los más fuertes y veteranos en el lugar, podía negociar cuando quería con los demás tipos duros del lugar y nos conseguía comodidades que eran un verdadero lujo aquí abajo.
Ahora, puede que tuviese que volver a hacerlo, porque uno de nuestros colchones era doble, pero ahí dormíamos Aaron y yo y en el otro colchón individual, Em.

—Esa es nuestra habitación —dijo Aaron señalando a la cueva que estaba cubierta de retales de telas moradas y verdes. Los hilos que unían a las telas desiguales, eran de un grosor un tanto vasto y de un color blanco sucio.
—Bonita entrada —dijo Lys, sonriendo. Al parecer le había gustado el detalle— ¿La has hecho tú, Claire?
—Sí… no se me da muy bien coser, pero así podemos tener un poco de intimidad —le contesté sonrojándome un poco.

Ahora si que había luz artificial. Había unas grandes luces a lo largo de todo el pasillo que no se apagaban jamás. Aaron apagó la cerilla agitándola y me sonrió mientras me guiñaba un ojo. Eso hizo que me sonrojara aún más.

—Pues a mí me gusta —dijo con sinceridad y sencillez Lys.
—A mí también —contestó Aaron —Bueno, ¿entramos?

Lys asintió con la cabeza y yo me puse la última dejando a Aaron y a ella delante. No quería ver ese caótico momento en el que Em y ella se enzarzaban a golpes y peleaban por el colchón o algo parecido. Estaba nerviosa por eso, sería bastante incómodo y estoy segura de que hasta lloraría.


Pero eso no ocurrió porque cuando entremos a la cueva estaba vacía y había tres colchones.