jueves, 28 de noviembre de 2013

24: No es por ti [Emerick]

24

No es por ti

Emerick

—Te regalé mis deportivas al principio de estar aquí. Esas que llevas puestas.
—Pero Em… Los regalos son regalos, ¡no se puede pedir nada a cambio al cabo de tanto tiempo! —contestó Nathan con una risa burlona mientras la pérfida de su novia reía también junto a él, en uno de los cuatro colchones que tenía para ellos dos.
—Nathan… Tienes una habitación para vosotros dos solos y cuatro colchones. Llevo negociando contigo desde que entré aquí y ahora necesito un colchón.
—¿Y qué? Muchos lo hacen.

Alzó sus manos con las palmas hacia arriba, encogiéndose de hombros. Cuando se reía, se le veía un hueco en el lugar en el que debería estar uno de sus colmillos. En una pelea contra un chico sirviente, lo perdió. Por desgracia, el otro chico perdió mucho más. Su pelo grasiento le llegaba a las mandíbulas y le cubría parte de los ojos, hasta que se lo retiraba una y otra vez con el mismo gesto maníaco. Con su mano lo echaba hacia atrás, creyéndose así sexy o algo por el estilo. Me aguanté las ganas de reírme de él, lo haría más tarde. Resultaba totalmente penoso, igual que su novia. No paraba de decir que era de las más guapas de aquí abajo y era suya. En realidad, la chica tenía cara de drogadicta. Unas ojeras prominentes y el pelo siempre lo llevaba en un moño enmarañado y medio despeinado. Estaba en los huesos y apenas podía tenerse en pie. Era algo totalmente desagradable.
—¿Qué quieres a cambio? —le pregunté.
—Quiero conocer a esa chica nueva que dices que ha llegado esta tarde.

La sonrisa se borró de la cara de la chica y miró a Nathan, apuñalándole con la mirada. Ella no era la única que estaba en desacuerdo con esa condición.

—Mañana la presentaremos a todos, en el salón —apenas acabé de decirlo, otra risa prorrumpió de su boca.
—No, no, no… Yo quiero que venga aquí a saludarme como buenos compañeros sirvientes ¿eh?
—Y una mierda. Tú no eres sirviente, tú no haces nada aquí solo joder a los demás, Nathan. En realidad sobras aquí y sabes que de una paliza puedo borrarte del mapa.

Mis músculos se tensaron e instintivamente le cogí por la pechera de la camiseta, empotrándolo contra las rocas. Pude ver la furia y la impotencia en sus ojos, pero en realidad, lo que le hacía tan amenazador eran sus esclavos. A mí no me daban ningún tipo de miedo, pues a cosas peores me había enfrentado.
—¡Suéltame, idiota! Te daré lo que quieras, pero juro que lo pagarás muy caro.

Hablaba escupiéndome en la cara, con rabia y resentimiento. Lo solté y me cargué al hombro el colchón más grueso de todos y salí de esa apestosa cueva.

Caminé hasta nuestra cueva y lo dejé en el fondo de ella. Quedaba de una forma transversal a los otros dos, de forma que la cabeza de Lys debería quedar mirando hacia el colchón doble de Aaron y Claire y sus pies, mirarían hacia el mío.

No era una mala chica, solo tenía mal genio. Sabía que lo de cortarme las manos no lo había querido decir con maldad y si así hubiese sido, no me importaba lo más mínimo. Ella no era una de mis más fervientes prioridades aquí dentro, pero vi lo bien que les caía a mis dos amigos, así que, si ella estaba bien ellos también. Era un simple juego de estrategia, nada más. Por mí podría haber dormido en el suelo, pero sabía que Aaron o Claire no la dejarían en el suelo y alguno de ellos dos habría acabado haciéndolo en su lugar, y eso no podía permitirlo.

Volví a salir de la cueva para ir a comprobar que el otro grupo hacía su turno por la noche, de guardia en el salón donde se recibían las órdenes de los Alphas en una gran pantalla que colgaba temerosamente de la pared rocosa. A esa pantalla le llamábamos “El jefe” ya que nos decía, de alguna manera, todo lo que debíamos hacer.
Cuando me percaté de que todo estaba en su sitio y les deseé una buena noche al grupo de guardia, me dirigí ya hacia el dormitorio dispuesto a dormir de un tirón.

Conocía las cuevas como la palma de mi mano después de tanto tiempo encerrado aquí abajo. De vez en cuando me dejaban subir a reparar algo con Aaron, para los Alphas. Cuando veía la luz del sol entrar por aquellas ventanas sentía algo parecido a la felicidad, al bienestar. Pero después venía la frustración de no poder escapar de aquel agujero nada más que para arreglarle los aparatos de diversión a la comida de los Especiales.

Cuando abrí la cortina de nuestra habitación, incluso antes de hacerlo ya sabía que estaban allí. Esas paredes hacen eco y si no hablas en susurros, todo el mundo sabe de lo que hablas. En este caso, era Aaron el que estaba exclamando algo.

—¡Vaya! ¡Tenemos un colchón nuevo! —reí por lo bajo antes de entrar y después puse mi semblante serio de nuevo, para entrar ya definitivamente.
—Si no bajas el tono vendrán a robarlo por tu culpa, bobo —le dije a Aaron. Obviamente, él ya me conocía y no se tomaba a mal mis palabras. A otra persona le hubieran herido profundamente por mi tono, pero a él no.
—Sí, es verdad. Lo siento.

Allí estaba Achlys, mirándome de hito en hito. Oh, no. Seguro que creía que había conseguido ese colchón por ella. Estúpidas chicas, siempre haciéndose ilusiones hasta con la cosa más superficial y estúpida sobre la faz de la tierra.

—Si me hubieras cortado las manos, esta noche hubieras dormido en el suelo.
—Tampoco me habría importado, pero es adorable ver como cuidas a tus dos amigos —me respondió con una sonrisa que adivinaba que no era del todo sincera mientras miraba a Aaron y a Claire y a mí, simultáneamente.
—¿Qué…? Ese colchón es para ti, Achlys.
—Oh, sí por supuesto. Gracias, Emerick —contestó y sin más, se acostó en el colchón mirando hacia la pared.

Salió al revés de cómo lo había esperado. Su cabeza estaría contra mi cabeza y sus pies, contra el colchón de Claire y Aaron.
Claire y Aaron me miraron, sacudiendo la cabeza. Sabía lo que querían decir. “Déjala, no le des importancia lo está pasando mal.” Sí, claro. Lo que no sabían, era que esa chica tenía toda la razón del mundo y había adivinado perfectamente mi fin. ¿Cómo podía darse ella cuenta y sin embargo, Claire y Aaron, no? Ni siquiera había pasado un día aquí y ya había roto todos mis esquemas.

Me acosté al revés, con mis pies hacia donde debería tener mi cabeza para no tener que estar tan cerca de su rostro. Aaron y Claire se acostaron como normalmente. Dentro de la habitación siempre teníamos un farolillo encendido, menos cuando nos íbamos a dormir, o cuando no había nadie en la habitación, que lo apagábamos.
Achlys, se dio la vuelta, de forma que sus pies y mis pies estaban casi juntos y su rostro estaba junto a los de Claire y Aaron. Solo nos separaba la fina rendija que creaban las juntas de los diferentes colchones. Formábamos una U entre los tres colchones. Aaron y Claire eran un extremo, yo el otro y Achlys la parte que unía los extremos.

Ese último movimiento de Achlys me molestó un poco. También tenía un leve desazón en el pecho, pues me hubiera gustado que aquella chica, que dormía de cara a la pared con el bonito vestido azul, hubiera creído que le había conseguido un colchón para que pudiese descansar su bonito cuerpo. 

lunes, 16 de septiembre de 2013

23: Retales verdes y morados [Claire]

23

Retales verdes y morados

Claire

Aquella chica era un tanto extraña. Tanto podía estar alegre como al segundo después era una fiera. Supongo, por la expresión de culpabilidad en su rostro, que ella lamentaba haber dicho aquello con esa particular entonación. Creo que no era su intención. Sabemos que aquí dentro las cosas se magnifican, que los sentidos se transforman y la comprendía, aunque me dio un poco de pena por Em que salió de la sala para ir se a los dormitorios directamente, según pude deducir.

Aaron y yo nos miremos a la vez, sin saber bien qué hacer. Obviamente, elegiríamos antes a Em que a Lys porque llevamos mucho tiempo los tres juntos, pero no nos gustaría llegar hasta ese punto. Se creó una atmósfera un tanto desagradable y tensa en la sala hasta que decidí romper el silencio.
—Bien Lys, te enseñaremos los dormitorios. Ven conmigo —le dije mientras me levantaba y salía por el mismo sitio que Em.

 Aaron nos acompañó. Yo encabezaba la fila india que formábamos Lys, Aaron y yo. Pasemos por una serie de bifurcaciones entre las grutas de nuestro sótano particular. En realidad, me di cuenta que debía haber llevado algunas cerillas para iluminar el camino ya que Lys debía aprenderlo. Nosotros no las necesitábamos después de tanto tiempo. Escuché un ruido áspero. Era Aaron prendiendo una cerilla de las grandes, de las que usábamos para encender el horno grande.

—Menos mal que me la he traído o si no Lys no podría aprenderse el camino, Claire.
—Ya, ya. Lo sé pero se me había olvidado.
—Gracias a los dos —contestó Lys.
—No hay de qué. Al principio puede que te cueste, así que siempre estaremos dispuestos a acompañarte donde quieras hasta que te aprendas los caminos, si lo necesitas.
—Vale, gracias de nuevo, Claire.

Me giré y le sonreí a la luz titilante de la cerilla. Pude ver que Aaron también sonreía levemente, mientras se colocaba a la cabeza de la fila para poder iluminar el camino.
Las bifurcaciones en las cuevas eran bastantes y algunas hasta estaban sin explorar. No nos daba tiempo, pues estábamos las veinticuatro horas a la merced de los Alphas. Por suerte, hoy no nos tocaba estar en el turno de la noche, así que podríamos dormir hasta que la alarma sonase.

—¿Cómo es posible que tengáis electricidad aquí abajo? He visto los congeladores y los relojes y todos esos aparatos… —preguntó curiosa Lys.
—De eso se encarga Olenna. Está pendiente de que tengamos electricidad porque o si no sus Especiales se quedarían sin unos Alphas apetitosos y eso no puede pasar nunca —dijo Aaron poniendo sus ojos en blanco.
—¿Quieres decir que ella montó todo esto? —preguntó Lys, de nuevo.
—Sí, ella lo hizo todo a medida, consciente de ello. Lo preparó a sangre fría, hace mucho tiempo.
—Vaya…

El silencio tan solo se interrumpía por nuestras pisadas. Nuestros pies pisando en las pequeñas piedras y en esa arena espesa y húmeda junto al eco de las paredes de piedra. Lleguemos a la entrada de los dormitorios. Era como una especie de colmena de abejas. Dentro de una cueva, había unas cuantas más pequeñas a los lados. Un pasillo muy largo y a los lados, pequeñas cavidades. Algunas tenían cortinas tapando la entrada, echas con trapos remendados, otras con ropas y otras estaban directamente destapadas y vacías.

Nuestro dormitorio constaba de dos colchones nada más. No sobraban los colchones por aquí ya que algunos, los más fuertes y los más veteranos se agenciaban incluso dos para una sola persona y por esa razón, estábamos desigualados en cuestión de recursos personales. Por suerte, Em, que era de los más fuertes y veteranos en el lugar, podía negociar cuando quería con los demás tipos duros del lugar y nos conseguía comodidades que eran un verdadero lujo aquí abajo.
Ahora, puede que tuviese que volver a hacerlo, porque uno de nuestros colchones era doble, pero ahí dormíamos Aaron y yo y en el otro colchón individual, Em.

—Esa es nuestra habitación —dijo Aaron señalando a la cueva que estaba cubierta de retales de telas moradas y verdes. Los hilos que unían a las telas desiguales, eran de un grosor un tanto vasto y de un color blanco sucio.
—Bonita entrada —dijo Lys, sonriendo. Al parecer le había gustado el detalle— ¿La has hecho tú, Claire?
—Sí… no se me da muy bien coser, pero así podemos tener un poco de intimidad —le contesté sonrojándome un poco.

Ahora si que había luz artificial. Había unas grandes luces a lo largo de todo el pasillo que no se apagaban jamás. Aaron apagó la cerilla agitándola y me sonrió mientras me guiñaba un ojo. Eso hizo que me sonrojara aún más.

—Pues a mí me gusta —dijo con sinceridad y sencillez Lys.
—A mí también —contestó Aaron —Bueno, ¿entramos?

Lys asintió con la cabeza y yo me puse la última dejando a Aaron y a ella delante. No quería ver ese caótico momento en el que Em y ella se enzarzaban a golpes y peleaban por el colchón o algo parecido. Estaba nerviosa por eso, sería bastante incómodo y estoy segura de que hasta lloraría.


Pero eso no ocurrió porque cuando entremos a la cueva estaba vacía y había tres colchones.