lunes, 10 de junio de 2013

19: Sangre de plata [Gunnar]

19

Sangre de plata

Gunnar


Las finas hebras de plata del látigo de Drheon se clavaban en mi espalda, al igual que en la de mi hermana que estaba atada al poste que había justo detrás del mío. Drheon, se situaba en medio de los dos, para así tener más comodidad a la hora de azotarnos. Sobra explicar cuánto duele o de lo contrario, no nos torturarían de esta forma. Olenna mandó a Drheon para que nos castigara por habernos equivocado de chica. Se suponía que debíamos traer a una amenaza para todos nosotros, los Especiales y nos equivocamos, así que seguimos en peligro según Olenna, por nuestra culpa. Alma y yo llevábamos más de un siglo viviendo en este lugar y éramos los reclutas de confianza de Olenna, la señora y dueña del castillo y de la raza.
Sobra decir, que a estas alturas uno se cansa de esas chorradas, porque te vas dando cuenta de que todo es como un cuento macabro en el que los buenos acaban perdiendo. En el que los malos son unos cerdos caprichosos que quieren cometer un genocidio, porque ellos son los que más valen sobre la faz de la Tierra.
Miles de veces me he tratado de convencer de que esto era un juego tedioso, que nada de esto era real, pero por desgracia, era tan real como la sangre que goteaba de mi espalda o como mis pies, manchados de la misma, que arrastraban lastimeramente por el suelo. Esclavos, eso es lo que somos Alma y yo. Esclavos de la muerte.
—Basta, por favor… —sollozó mi pobre hermana, que le dolía más la culpa que los latigazos.
—No le supliques, Alma —dije a duras penas, antes de gritar de nuevo.
Drheon siempre me ha tenido una manía especial. Es un súcubo, alguien capaz de meterse en tus sueños y manipularlos a su antojo. Obviamente, no te los hará más fáciles, ni mucho menos. A parte de eso, también tiene la habilidad de desaparecer cuando lo desea o de parecer un humano completamente normal a los ojos de quién él elija. Yo llevaba en el castillo mucho más que él, que desde que llegó y mostró sus habilidades a Lady Olenna fue su mano derecha dejándome así para los trabajos sucios.
Era un gilipollas, cruel y despiadado. Lo que nos faltaba para completar el pack de los malos.
Personalmente, me dolían más los sollozos de mi hermana que las propias hebras de plata al traspasar mi piel e impactar en mis entrañas, prácticamente. La piel de un vampiro es dura, pero frente a la plata es completamente inútil.
Me preguntaba si Achlys se habría salvado. No era una chica muy agradable, pero me habría gustado tenerla por ahí abajo, en el subterráneo de los sirvientes. Habría sido divertido, sin duda. Seguro que protestaría a cada segundo, llorando por manchar sus delicadas manos con las tripas de los pollos para cocinarlos.
Una pequeña sonrisa torcida asomó por mis labios, imaginándomela. Pero esa poca diversión, fue a más. Me la imaginaba de cien formas distintas; protestando por la poca luz que entraba, protestando por su pobre pelo, porque se manchaba las deportivas de barro, porque no tenía nada que leer, porque no podía salir con sus amigas… Puede que fuera un poco cruel, pero prefería que estuviese allí abajo, sufriendo en el sótano que muerta, sin saber por qué.
      Cuando me quise dar cuenta, estaba riéndome a mandíbula batiente y Drheon me azotaba más fuerte. Le mostré a Alma mis pensamientos, gracias a su precioso don y ella soltó una risita nerviosa. Sabía que ella lamentaba profundamente haber enterrado a aquella chiquilla, pues le había cogido cariño casi sin conocerla. Alma era así. Sufría por todas y cada una de las víctimas, siendo por eso motivo de burla entre los nuestros.
      —¡Callaos, inútiles! Sois la vergüenza del castillo. —Azote rabioso del máximo idiota del castillo.
      —Por lo menos no tengo que cambiarme los cascos…
      —¡Estúpido! ¿Crees que me molestas con tus chiquilladas, necio? —Ahora el que se reía era él, pero porque se aferró con sus dos manos al látigo y lo blandió con todas sus fuerzas sobre mi espalda.
      Drheon jadeaba del propio esfuerzo y yo fui traicionado por el factor sorpresa y solté un grito capaz de ensordecer y congelar a la bestia más fiera sobre la faz de este lugar llamado Tierra.

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