lunes, 22 de abril de 2013

12: La chica deportista [Emerick]


Este capítulo va dedicado para mi gran amiga Judy que ahora mismo es una de mis mayores inspiraciones y mi gran fuerza para seguir escribiendo la historia de Achlys. Tati, gracias por darme esos ánimos y estar ahí siempre, escuchando o leyendo mis problemas y darme fuerzas y pintarme sonrisas mientras miro tus palabras en la pantalla del ordenador. Siamesas para siempre jamás.


12

La chica deportista

Emerick


  Nunca pensé que alguien agonizando en su lecho de muerte sería capaz de darme una patada. La tierra caía sobre mis hombros y me estaba pringando de todo tipo de restos de la madre naturaleza. Pequeños gusanos, arena húmeda y fría, piedras, raíces de árbol… y ella no quería salir de ahí. ¿Se puede ser más idiota? No obstante, puede que llegase a entenderlo. Aunque no tenía rastros de haber sufrido alguna tortura a las manos de Olenna, no sabía cuanto tiempo llevaba ahí dentro. Mis pies estaban de puntillas sobre el respaldo de una silla poco estable. No teníamos apenas escaleras, y las pocas que teníamos, estaban o rotas o en uso. Así, que siempre optábamos por hacer lo de las sillas, al fin y al cabo, Claire, Aaron y yo ya nos lo sabíamos de memoria. Cada vez que por el castillo corría el rumor de que habían vuelto a enterrar a otra víctima, hacíamos lo mismo. Hasta ahora, no habíamos salvado a ninguna viva ya que en lo que nos llegaba el rumor aquí abajo, la pobre persona enterrada ya había muerto asfixiada. Esta vez, el rumor nos llegó directamente de un Especial. Le habían pasado una nota a Claire, mientras servía a una de las habitaciones de los Alphas. Un papel con letra pequeña y algo violenta, por sus trazos, le comunicaba que hoy habían enterrado a otra.

HAN ENTERRADO A OTRA PERSONA. RÁPIDO, SIRVIENTES, AÚN ESTÁIS A TIEMPO. SI OS CHIVÁIS DE ESTA NOTA, LO PAGARÉIS CARO…

      Claire nos trajo la nota lo más rápido que pudo sin levantar sospechas. Al leerla, inmediatamente nos pusimos manos a la obra. El techo de la cocina, no es muy grande, por lo que tampoco tenemos que buscar mucho, ya que los espacios libres, ya están ocupados con otros ataúdes. Les hacemos unas pequeñas marcas a las placas del techo donde ya hemos excavado anteriormente, así a los demás, los encontramos más rápido. Claire se apena profundamente cada vez que encontramos a alguien ya muerto. Sé que Aaron se preocupa por ella y, a decir verdad, yo también ya que somos amigos los tres, y me duele verlos sufrir. Así que siempre hacemos todo lo posible y más por salvarlos.
      Nosotros, somos Sirvientes, servimos a los Alphas y, en ocasiones, a los Especiales. Estamos recluidos en la parte más profunda del castillo. Aquí, jamás se ve el sol ni corre aire fresco, ya que estamos a muchos metros bajo tierra. Cuando podemos salir a la superficie, es cuando estamos sirviendo a los de arriba, así que la vida aquí no es un paraíso precisamente.

      La chica que tenía delante de mí, en esa caja estrecha y débil, se arrinconó en el punto más lejano de mí, como pudo. Estaba a gatas, con los ojos echando fuego, prácticamente y el pelo enmarañado. Parecía una salvaje. Una salvaje muy guapa, por cierto. Medio cuerpo mío asomaba dentro de esa caja, como podía por el agujero que había abierto Aaron, intentando razonar con aquella salvaje.
      —¿¡Quieres salir de una vez!? Si nos pillan, nos enterrarán a nosotros y nadie nos salvará, estúpida.
      —¡No me insultes, idiota! No quiero tocar la tierra, ¿es que no lo entiendes?
      —Vaya, lo siento pero no es un hotel de cinco estrellas. ¡Si quieres salir de ahí, debes pasar por aquí, son dos palmos de tierra nada más!
      —¿Seguro? –dijo la chica, después de dudar seriamente sobre si le mentía o no.
      —Sí, seguro, venga rápido –le tendí mi mano para que se agarrase a mí y ayudarla a bajar, si dábamos un paso en falso, mis pies perderían el equilibrio y caeríamos al suelo de la cocina.
      —No, ya puedo yo sola. Ves tú primero y yo te sigo –dijo mientras se acercaba a mí, a regañadientes.
      Resoplé y me agaché para salir del agujero de tierra, mientras bajaba del respaldo de la silla hasta la mesa, para poder alzar mis brazos y ayudar a aquella tozuda. Asentí a Aaron y a Claire, que esperaban en vilo la próxima acción. Claire inmediatamente dibujó una sonrisa enorme en su rostro y Aaron le dijo algo que no logré oír.
Todos estábamos expectantes de la apertura en el techo y por fin vimos unas deportivas que supuse que antes eran blancas. Seguidamente, palpó con su pie, buscando un punto de apoyo y encontró el respaldo de la silla. Alcé mis manos para poder cogerla antes de que la torre de sillas se derrumbara bajo su pie, que andaba a ciegas, esperando a poder alcanzarla.
      —¿Qué es esto? ¡Ni siquiera es suelo firme! –dijo la chica desde arriba, notablemente desesperada.
      —¿Y qué quieres? Si me hubieses dejado ayudarte, ya estarías aquí abajo.
      —No te preocupes, son sillas. Ten cuidado –le respondió mucho más amablemente Claire.
      —Gracias a Dios que hay alguien que sabe responder sin otra pregunta…
Aaron reprimió una risa, junto a Claire. Ni siquiera la habían visto y ya les caía bien. Sí, puede ser que siempre responda con preguntas a las otras preguntas, pero lo hago sin pensar.
En el segundo que aparté la vista de mis dos amigos y volví a mirar arriba, las sillas ya estaban cayendo en una gran torre. 

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