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Achlys
Mi sitio en aquella clase de mala muerte era justo
en el medio. Genial así todos podrían verme mejor, como el lobo a caperucita roja.
Suspiré algo contrariada y entré esquivando a los demás que ni siquiera se
apartaban. Llegué a mi mesa y colgué mi chaqueta en el respaldo de la silla y
después dejé mi mochila al lado de la mesa en el suelo. Tomé asiento y fingí
estar sola mientras disimulaba sacando algunos bolígrafos y unas hojas
extremadamente de forma lenta para darle tiempo a que llegase el profesor y
tener alguna excusa para no hablar con los demás. En estos momentos, me estaba
arrepintiendo de no haber hecho caso de las palabras de mi padre.
‹‹No sé qué diablos se me ha perdido en este
antro de mala muerte››, pensé.
El aula se componía de cinco filas, con cinco
mesas cada una. Las mesas eran individuales pero se podía apreciar que unas
estaban más cerca que otras, por afinidad, por desorden o a saber por qué.
Automáticamente mi fila, la tercera se estrechó más hacia el medio, es decir
hacia mí. Rodé los ojos y volví a suspirar. Una de las cosas humanas que odiaba
era la curiosidad mal disimulada. ¡Qué poca sutileza! Podrían disimular un poco
mejor.
La fila de delante estaba compuesta por cinco
chicas y era bastante estrecha, probablemente serían amigas y querían estar más
juntas. Todas me miraban de soslayo y con odio. Sorprendentemente, todas estaban
teñidas de rubia y casi que llevaban la misma ropa excepto una, que estaba
apartada y era pelirroja. Al parecer le gustaban tanto como a mí estas “chicas
clones”.
Comencé a captar gente que podría ser afín a mí y
que no me daría la vara o me haría preguntas estúpidas. Una de esas personas
podría ser la chica pelirroja. Al parecer era la única que no se había girado a
curiosear. Parecía que una de las
chicas clones me iba a hablar pero entonces se escuchó un portazo. Oh, el
profesor acababa de llegar aleluya.
Era un hombre canoso con grandes cejas pobladas,
canosas también. Bajo esas cejas arqueadas escondía una mirada hosca. Su nariz
angulada y debajo estaban sus labios, finos, rectos y serios. Llevaba un jersey
verde caqui y unos pantalones negros, portaba unos libros bajo su brazo que
dejó pesadamente sobre la mesa. Todos enmudecieron. Este será el profesor
malote... Me percaté en una de mis veces que levanté la mirada de que a mi
derecha faltaba alguien, pues el sitio estaba vacío.
—Buenos días —dijo con voz alta y clara el
profesor, a lo que los alumnos contestaron al unísono, yo incluida—. Parece que
tenemos nueva compañera.
Una leve sonrisa se manifestó en su rostro y el
rumor del roce al unísono de las telas de pantalones rozando con las sillas, me
aplastó en mi interior. Todos se giraron para verme y entonces, me fijé en los
ojos de la pelirroja. Eran negros como dos pozos. Apartó la mirada antes que
nadie y rogué porque los demás hiciesen lo mismo.
Al poco tiempo quedé libre de sus miradas
curiosas. Una de las chicas clones se quedó hasta último minuto clavándome su mirada
indignada, pero estoy segura de que no pudo con la mía.
—Achlys Judith Phoe... —no pudo acabar la frase
porque le interrumpí, si es de mala educación pero dije bien claro que me
llamaba Achlys y punto. Phoena es bastante raro y feo para mi gusto.
—Achlys, por favor —parece ser que mi voz causó
un revuelo algo exagerado. Era tiempo de usar los sentidos, chica.
¿Por qué tiene esa voz? ¿Es cantante?, dijo una
de las chicas clones a lo que la que parecía ser la jefa respondió "Ni lo
sé ni me importa pero aquí las jefas somos nosotras". Risas.
El tachón del bolígrafo contra el papel del
profesor, probablemente borrando mis otros dos nombres se oía. Parece que
Kimberly tiene una nueva competidora… dijo uno de los chicos. Risas. Casi
estuve a punto de unirme a esas risas, porque Kimberly me parece bastante…
Apropiado para su aspecto de Barbie.
No les hagas caso, son idiotas. Un momento. ¿Eso
iba por mí? Levanté la mirada y descubrí a la chica pelirroja mirándome.
Asintió con la cabeza.
¿Estás hablando conmigo? pregunté mentalmente aunque
me sentía idiota por ello,
Sí, pero en otra frecuencia. Una sonrisa fugaz
pasó por su rostro.
¿Desde
cuando tengo telepatía? pregunté contrariada. ¿Qué demonios era esto?
Probablemente un sueño...
Tienes telepatía desde que me has visto. Yo elijo
quién la tiene y quién no, es una larga historia.
La chica se volvió a su pupitre y yo me quedé con
cara de póker, como se dice entre la juventud.
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