miércoles, 17 de abril de 2013

3: Achlys


3

Achlys


Toda la clase transcurrió larga y aplastantemente aburrida. Me limité a copiar ejercicios, más de los obligatorios en mi libreta mientras repasaba mentalmente unas canciones de Muse. En cuanto llegase a casa cogería mi guitarra eléctrica y no la soltaría hasta el día siguiente, era mi vía de escape personal. ¿Por qué esa chica de ahí tiene telepatía conmigo? ¿Estará leyendo mis pensamientos ahora mismo? Tenía miles de preguntas y esperaba con una ligera esperanza que me las contestase, aunque fuera mentalmente. Por sorpresa, por si la cosa no era lo suficientemente desconcertante, en ese momento supe quién faltaba a mi lado.

La puerta de la clase se abrió de par en par y nadie levantó la mirada hacia ella. El portazo contra la pared me sobresaltó. Un chico que apenas pasaba por la puerta de lo grande que era estaba allí parado con cara de pocos amigos. Lo recorrí de abajo a arriba con la vista disimuladamente y no creía que pudiese ir a mi clase, a lo mejor era el profesor de gimnasia. Sus piernas eran largas y robustas, sus brazos fuertes y fornidos... Vestía unos vaqueros medio rotos y una camisa extra fina y algo abierta a la altura del pecho, demasiado fresco para andar en invierno, pensé. Su postura era inmutable, implacable y algo desafiante. Cuando decidí descubrir su rostro otra vez tuve telepatía por arte de magia.
No le mires a los ojos. Me dijo la chica del pelo rojizo.
¿Por qué? le dije mientras bajaba la mirada a mi cuaderno. No obtuve respuesta por su parte así que le miré a los ojos. Su rostro era duro pero con las facciones más bellas que un hombre pueda poseer. En ese momento dudé de su edad ya que su expresión era digna de un niño. Sus cabellos eran de un color castaño oscuro con algunos reflejos dorados, rebelde que se revolvía en rizos por encima de sus arqueadas cejas que le daba un aspecto maligno. Su piel era marmórea, sus labios finos y bien dibujados y su nariz algo ancha pero perfecta. Entonces escudriñé su mirada y ojala no lo hubiese hecho.

Una oleada de imágenes sangrientas y violentas me golpeó fuertemente dentro de mi mente, eran desgarradoras. No podía con tal situación y una serie de cosas que ignoraba hicieron que mi rabia se despertase y quería matar a todos los que ocupaban esa sala ahora mismo. Noté como me ardían las entrañas de la pura rabia y sentía mi lucha interior. No podía despegar la mirada de la suya, no por falta de ganas si no por una extraña fuerza superior a la mía. Noté como mis colmillos crecían bajo mis labios y se clavaban en mis encías inferiores con violencia, pero si abría la boca muchas cosas malas ocurrirían. La sangre comenzaba a chorrear por las comisuras de mis labios y pude oír algunos gritos de fondo así que ganando por fin a mi lucha interior me levanté y fui corriendo al baño. Cuando pasé por al lado de aquel extraño hombre que odiaba ahora con todas mis fuerzas, pude adivinar una sonrisa torcida en su rostro.

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